En el Día Internacional de los Derechos Humanos, el activista y cooperante Manuel Tapial nos hace una reflexión tan necesaria como implacable en torno a los que organizan la solidaridad, en contraste con aquellos que la practican, aquellos que la hacen posible, que la viven en primera persona.
"Tal día como hoy es cuando mas visible se hace la necesidad de que los derechos humanos se sigan incumpliendo. Decenas de ONG´s, de las cuales con casi toda seguridad pocos de sus miembros conocen sobre el terreno los países que tienen marcados como prioridades para su acción, pretenden hacer su agosto en favor de los mas desfavorecidos. ONG´s que gestionan cientos de miles (o millones) de euros para promover una sensibliidad a la que nuestra sociedad es insensible por desgracia pero que gracias a esta gestión generan empleo aquí, y permiten tener asalariados que nunca arriesgarían ni un poquito de sus cómodas vidas para que aquellos que dicen defender pudieran sentir una esperanza real en la mejora de sus situaciones.
En días como hoy, 10 de diciembre, día de los derechos humanos, solo se me ocurre homenajear a aquellos que iban en la Flotilla de la Libertad y dejaron sus vidas en la defensa de los derechos del pueblo palestino, o a aquellos que en los años 80 dejaron sus cómodas vidas en la Europa del bienestar para hacerse brigadistas en América Latina apoyando los procesos revolucionarios que pretendían devolver la soberanía al pueblo y construir una sociedad mejor. Sepan ustedes que son el fruto de la inspiración de muchas personas en este mundo y que tienen todo mi respeto y admiración.
Los tiempos que corren en nuestro contexto social, desvirtualizan la solidaridad y el compromiso justificando ambas acciones bajo jornadas laborales bien remuneradas en cómodos despachos.
Mientras esto sucede aquí, ayer morían en Iraq 40 personas bajo bombas posiblemente financiadas por los mismos gobiernos que en el primer mundo otorgan las subvenciones a estas ONG promotoras de buenas conciencias manteniendo el estandar de la indignación asumible por nuestro sistema, no vaya a ser que algún día en vez de subirnos a un barco 4 occidentales se nos ocurra subirnos 400 y hacemos que se tambaleé el espectro de la solidaridad, evidenciando con ello los nutridos negocios de aquellos que no arriesgan nada. En ese caso, seguro que tendríamos quién nos critique y nos condene desde espacios en teoría compartidos, y digo en teoría porque en la practica no los vemos en ningún sitio a este tipo de especímenes, no vaya a ser que juntarse con nosotros, les implique un punto negro en sus inmaculados expedientes.
La solidaridad solo es real si se practica con hechos y existe una coherencia en la que uno, ese que la practica, es capaz de ir mas allá en su compromiso cotidiano saliéndose del estandar asalariado. Lo demás es humanitarismo hueco que viene muy bien a muchos que de no existir, estarían englosando las listas del paro..."
Podemos decir junto a Manuel Tapial que esas diferencias siempre serán la norma entre aquellos que necesitan organizar la solidaridad porque carecen de ella en su naturaleza tanto como en su cultura, de aquellos que no necesitan organizarla porque ya la llevan encima individual y colectivamente. Mientras estos últimos están dentro de la categoría del ser, los primeros entran dentro de la categoría del parecer.
Fernando Casares
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